Una madre persigue a su hijo en el solitario Burger King dentro del cual sólo estamos desayunando cinco personas en el piso de arriba. Me terminé el café, no sé qué hora es, pero me quedé dormida y no fui a la primera clase. Nunca me pasa. Saco el celular de la campera, estaba escuchando una canción de Sabina, apago la música, me fijo la hora... son las diez.
Hago tiempo, miro el lugar, tiene fotos en las paredes con primeros planos de personas que tienen una mirada fija, están sonriendo, deteniendo una posición eternamente en el tiempo, una especie de Dorian Gray que parece observar a todos los clientes. Con sus ojos azules, te invitan a su falso mundo llamado 'Cuadro'.
Hago tiempo, miro el lugar, tiene fotos en las paredes con primeros planos de personas que tienen una mirada fija, están sonriendo, deteniendo una posición eternamente en el tiempo, una especie de Dorian Gray que parece observar a todos los clientes. Con sus ojos azules, te invitan a su falso mundo llamado 'Cuadro'.
Desvío la vista. Desde adentro, y gracias a los vidrios de la entrada, uno tiene la posibilidad de ver lo que hay sobre una porción de la avenida Córdoba. Yo sólo noto el aburrido pasar de los autos, pero sobre todo presto atención al paso del colectivo 132 cuya parada está adelante del local. ¿Interesante? En absoluto.
Presto atención ahora al empleado que está vestido con una chomba bordó, poco atractiva, y unos jeans azules. Recoge las bandejas de las mesas y las vacía en el tacho de basura. De fondo, la radio transmite una canción de Cerati.
En mi bandeja aun quedan dos facturas. Desde que empecé a escribir han pasado sólo ocho minutos y tengo veinte más para agotar antes de entrar a clases. No hace frío, pero está gris y húmedo.
Decido quededarme sentada y esperar la lluvia.
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