Pasan los días, pasa la vida, pasa la gente. Cambian los rostros, las calles, los caminos... Las personas están apuradas, yo no tengo más prisa. Algunos caminan olvidándose de disfrutar, de sonreir... Algunos tienen constantemente la mochila de sus problemas encima. No la sueltan nunca.
Yo, por mi parte, analizo lo efímero del mundo, lo temporal de esos ojos que nos miran, de esa voz que nos saluda un instante, nos vende algo, nos deja ir, para que entremos a otro local de ropa, a otro bar en el centro y entablemos una charla poco duradera, poco interesante sobre el clima. "Hace frío, ¿no?". Finalmente, nos marchamos.
La rutina escalofriantemente cómoda de la vida. La estructura práctica que nos permite aislar la mente.
De todos modos, para mí sos inolvidable.
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