17/6/10

Reflexión II

Mi infancia fue muy linda. Viví días espléndidos, momentos inolvidables: tardes en el zoológico, en el Parque de la Cosa, en la plaza, en el cine... ¡en tantos lugares! También tuve muchísimos juguetes, algunos que hoy ya no los tengo, muchos que están en manos de otras personas. Juguetes que marcaron esa etapa de mi vida. Algunos me los había traído mi Mamá una vez que viajó a EEUU. 
Conservé sólo uno, un Simba (el leoncito de la  película El Rey León). ¡Lo que ha sufrido ese muñeco conmigo! Recuerdo que le 'cortaba el pelo' creyendo que le volvería a crecer... inocente de mí. Mi abuela, modista de la vieja Italia de la década del '40, le hacía cualquier ropita, lo que le pidiéramos con mi hermana (ella tiene uno igual, pero se llama Tony). 
Esa clase de recuerdos me vinieron hoy a la mente después de dos cosas que me pasaron: una fue el partido de Argentina contra Corea del Sur, y la segunda fue ir a ver Toy Story 3.
Estas cosas me hacen pensar cuan rápido pasa el tiempo. Vi, en un sólo día, dos etapas de mi vida compactada en dos eventos diferentes.
Hoy, que noto el paso del tiempo, observo también que las personas que algún momento dijeron 'siempre' hoy quizás no están Me doy cuenta de lo pasajero de las relaciones, del irremediable 'adiós' que está implícito, por distintos motivos, en todo tipo de relaciones. 
Muy pocas son las personas que nunca nos van a abandonar. Hay que demostrarle a ellas cuánto bien nos hacen, y lo difícil que sería la vida sin ellos.
A ellos, entonces, que hacen que los días sean un poco más fáciles, gracias por nunca abandonarme.

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